Filosofía política

Koselleck y la historia conceptual

Por Walter Calabrese*

La hipótesis del trabajo gira en torno a la pregunta ¿Qué significa la historia de los conceptos para R. Koselleck? A partir de los textos elaborados por el pensador alemán se intentará dilucidar cómo la historia de los conceptos se enfrenta a una historia de las ideas abstracta y se enfoca en el estudio de los usos lingüísticos en la actividad social, jurídica y política. A partir de ese lineamiento, se analizará cómo Koselleck presenta herramientas para observar las experiencias y expectativas que surgen de la articulación entre las fuentes (relacionadas con el lenguaje) y la propia realidad sociopolítica.

Cuando Koselleck emprende junto a Conze y Brunner esa obra monumental de nueve volúmenes, Conceptos históricos fundamentales. Diccionario histórico del lenguaje político-social en Alemania,  intentan elaborar una semántica histórica del vocabulario sociopolítico de ese país, poniendo la lupa sobre los cambios que registraron los conceptos en los últimos siglos. El diccionario inaugura una nueva corriente historiográfica encabezada por Koselleck, que es designada como Historia de los conceptos, poniendo énfasis en el vocabulario sociopolítico. En esa búsqueda, el historiador alemán procura mostrar cómo se fue moldeando el enfoque de la investigación histórica en lo que llama el “proceso de transformación hacia la modernidad”. En ese sentido, considera que el diccionario se refiere al presente, puesto que observa el recorrido en el que la modernidad es captada por la lengua. Esto es, reflexiona sobre cómo los autores de la Edad Moderna recurrieron a la Antigüedad, la Edad media, el Renacimiento y el cisma protestante para construir una historia de conceptos. En el texto “Historia de los conceptos y conceptos de historia” Koselleck subraya la tensión constante que existe entre conceptos (el lenguaje) y la historia (lo extralingüístico). Considera que para integrar las experiencias se necesitan conceptos, puesto que con ellos es posible “guardar y retener las experiencias, incluso cuando éstas se han desvanecido”.[1]


Esos conceptos son necesarios para dar cuenta de lo que sucedió, para “almacenar el pasado en el lenguaje y para integrar las experiencias vividas en sus capacidades lingüísticas y en su comportamiento”. [2]

En sus argumentaciones aborda el tema del cambio y la repetición, al afirmar que los cambios únicamente pueden reconocerse sobre “la tela de fondo de esas condiciones que se repiten”.[3] Vuelve a aparecer en este relato la idea de aceleración y retrasos, de cómo se influyen mutuamente al producir las diferentes velocidades del cambio, con sus consecuentes rupturas, fallas y fricciones entre los estratos del tiempo y los referidos a las estructuras repetitivas.

Además, retoma la contribución semántica del lenguaje para explicar la conexión entre los conceptos y las circunstancias, puntualizando que todo lenguaje es a la vez activo y receptivo. Todo aquello que es extralingüístico que “vaya a experimentarse, conocerse y comprenderse debe ser previamente conceptualizado”[4], por eso, retoma a Kant para remarcar que sin conceptos no hay experiencia y sin experiencia no hay conceptos. También afirma que cada concepto tiene una historia, en razón de que cada palabra puede tener una multiplicidad de significados que se van acomodando a una realidad cambiante. Cree que la misma realidad no se puede alojar bajo un mismo concepto todo el tiempo, lo que permitiría la aparición de nuevos nombres para adecuarse a ese mundo en permanente movimiento. Para analizar el cambio recíproco de los conceptos y las circunstancias Koselleck cita a su colega Heiner Schultz, quien presenta cuatro posibilidades: La primera, en donde el significado de la palabra y las circunstancias aprehendidas en ella permanecen sincrónica y diacrónicamente constantes. La segunda, cuando el significado permanece constante y las circunstancias cambian, tomando distancia del antiguo significado. Esa realidad transformada necesita entonces ser conceptualizada nuevamente. En tercer lugar, se presenta cuando el significado de la palabra cambia y la realidad previamente conocida por ella permanece inalterable. En este caso, la semántica debe buscar una nueva forma de expresión para ajustarse a ese escenario.  En cuarto lugar, ocurre cuando las circunstancias y el significado se desarrollan separadamente, de modo que la correspondencia inicial no puede sostenerse. Aquí, sólo es posible reconstruir esas conexiones iniciales a través de la metodología que propone la historia conceptual.[5] Para explicar esos cambios, Koselleck recurre a algunos ejemplos que muestran esas variaciones de los cuatro modelos ideales. Uno de esos ejemplos es el de la historia del concepto revolución, indicando que éste cambia, pero las distintas revoluciones que van ocurriendo suceden de manera similar. Hasta mediados del siglo XVIII revolución refería a una convulsión social y que se relacionaba con lo característico de la guerra civil (alzamiento, rebelión, traición, violencia),


acciones que conducían a un cambio constitucional relacionado con las formas de gobierno tradicional, esto es, democracia, aristocracia y monarquía o sus formas desdibujadas. Llegando al fin siglo XVIII ese concepto va a tomar una dimensión radicalmente novedosa. Con las ideas de la Ilustración y la Revolución Francesa va a referir a un proceso único, que puede conducir a la concreción de un futuro distinto, con menos violencia y una organización pacífica en esos pueblos. Así, se redefinió ese concepto utópico de revolución quitándole los elementos que aparecían en la guerra civil, surgiendo una mirada más optimista y lineal del futuro. De esta manera, el concepto de revolución cambia a finales del siglo XVIII, mientras que la realidad  que había referido inicialmente el concepto permaneció invariable en la realidad sociopolítica: la violencia, asesinatos y guerras civiles se repitieron a pesar de las propuestas utópicas que había planteado la Revolución Francesa.

Propone el autor otro ejemplo, relacionado con la difusión y contraste de la historia de la palabra Estado y de la historia factual. Se refiere a la tensión entre el concepto y la realidad del Estado (Staat en alemán), concepto que “sigue los pasos de la historia conceptual y factual francesa con un retraso de aproximadamente un siglo”[6], para luego separarse de ella. Hasta mediados del siglo XIX, status en latín significaba posición social o estamento (Stand), en relación con el honor, rango, cargo, orden/clase o, como en francés état, uno de los tres estados (Ständen). Status en alemán Staat era un concepto que mostraba a una sociedad jurídicamente heterogénea, en esencia pluralista, pero política y socialmente desigual. Entonces, Status en el sentido de estamento significaba en esta época un subgrupo jurídicamente identificable, con una única característica común: todos ellos estaban igualmente sometidos al príncipe soberano, quien reunía el poder de gobierno, utilizando las instituciones para ejercer sus derechos, como el ejército, el fisco, y con el tiempo, la Iglesia. Con ese orden político fue surgiendo el Estado administrativo moderno, que “disolvía, nivelaba o abolía todos los privilegios y transformaba la sociedad feudal-estamental en una sociedad de clases como la del siglo XIX”[7].

Luego muestra el orden cronológico que presenta la historia de la formación del Estado, que no se ajusta a su historia conceptual, buscando algunas pruebas para mostrar esa asincronía.  En primer término, considera el recorrido del término desde los siglos XVII hasta comienzos del siglo XX, cuando estado (Staat) todavía refería a la posición social o estamento (Stand), y en donde la posición social del príncipe era su estado. No obstante, hacia 1800 se produce un cambio de dirección radical en el lenguaje jurídico al tomar referencias del derecho natural. A partir de allí, el estamento (Stand) se advirtió como una barrera para definir el Estado, puesto que Estado y estado (como estamento) se convirtieron en conceptos opuestos, de forma similar a lo que ocurrió con revolución y guerra civil.


En segundo lugar, Koselleck indica que el concepto Status, que hasta esa época representaba a una sociedad pluralista, corporativa, se convierte ahora en un concepto fundamental (Grundbegriffe). Así, el concepto Estado reuniría una cierta combinación de significados, desplazando al príncipe, en su lugar el Estado se convierte en soberano y toma todos los derechos antiguamente asociados a la esfera del príncipe, manejando la ley, los impuestos, las finanzas, la educación, La Iglesia y el ejército. Con este cambio de timón se redefine el poder político y el lugar del ciudadano dentro del Estado en una geografía con fronteras bien definidas. En este sentido, “Estado se convierte en uno de los muchos singulares colectivos que incorporan modernamente numerosos significados en un solo nombre abstracto”.[8]


En tercer lugar, considera el autor alemán que con esta nueva organización sociopolítica el estado unificado excluyó a todos los otros significados de estado que se habían utilizado hasta entonces. Este enfoque léxico-semántico alemán contrastó con lo sucedido con otras lenguas de Occidente, en donde aparecen otros usos informales, por ejemplo al hablar de “estado de cosas”. En Alemania eso no sucedió, pues se utilizó Estado como concepto fundamental que mantiene la exclusividad, con un significado opuesto a la sociedad pluralista-corporativa.

Habiendo planteado lo anterior, Koselleck diseña entonces un criterio general sobre lo que es un concepto fundamental: se refiere a un concepto que, en combinación con otros conceptos de similar importancia, da cuenta enteramente del contenido político y social de una lengua. Así, Estado se convirtió en un concepto indispensable para describir la realidad política. Sin embargo, el concepto fue combatido por aquellos estamentos-estados precedentes (Ständen) que aspiraban a conseguir su propio Estado. De esta manera, el concepto pluralista de estado se vuelve a expandir, pero sin renunciar a la exclusividad que el término había adquirido. De modo que aparecen nuevas consideraciones, el Estado monárquico, Estado socialista, Estado de derecho, Estado cristiano, Estado nacional, Estado de bienestar, Estado popular, junto a todas las fórmulas que se pensaron en el pasado y en la actualidad. Esas combinaciones de palabras, históricamente disímiles y conflictivas, se articulan siempre sobre las constantes semánticas del Estado como tal (como centro del poder político). En ese recorrido por la historia alemana la nueva concepción del Estado admite ciertas discusiones en torno a si el uso del concepto es el resultado de una historia conceptual idealista, o si fue producto de una reacción tardía ante la realidad dada. En este sentido, afirma que la “mutabilidad de la historia factual se revela ciertamente de manera imperfecta” por medio de este concepto fijo de Estado. Pero también agrega que en la “sociedad burocráticamente administrada aparecen estructuras repetitivas” que sólo pueden converger correctamente dentro del concepto fundamental global como el de Estado.[9]


De esa forma, Koselleck llega a una “primera conclusión provisional: el significado y el uso de una palabra nunca establece una relación de correspondencia exacta con lo que llamamos realidad”.[10]


Sostiene que conceptos y realidades tienen sus propias historias, y aunque están relacionadas entre sí, se modifican de distinta forma, cambian a diferentes ritmos, proceso en el que la capacidad de conceptualizar la realidad puede dejar atrás a la realidad conceptualizable o al revés. Para ejemplificar este análisis, recurre nuevamente al caso del Estado, en donde todos los conceptos tienen varias capas de profundidad diacrónica. Comienza el periplo en el siglo XVIII, donde Status, entendido como estamento o condición social, tenía ya varios “significados superpuestos” a lo largo de varios siglos. Desde la Alta y Baja Edad Media el concepto arrastraba una carga de experiencias acumuladas en el período feudal. Este es un ejemplo de concepto de registro de experiencias, es decir, el tipo de concepto que se destaca en el lenguaje político, social y jurídico en el período que va de la Alta Edad Media hasta la época de la Ilustración.

El siglo XVIII fue una etapa de grandes transformaciones, en donde el número de conceptos creció rápidamente, lo que condujo a un cambio radical de la vieja realidad. Entre esos conceptos, se consolidan los singulares colectivos, de las viejas libertades se pasó a la libertad, el viejo Imperio se tradujo en república federal, los progresos se convierte en el progreso y las historias en la historia en singular. Estos nuevos conceptos fundamentales mantienen en común que ya no se apoyan en las experiencias que reflejan, ahora intentan mostrar una serie de cambios en lo social y lo político, teniendo una nueva orientación hacia el futuro, dirigido ya a propagar  nuevas experiencias. El Estado que se propone desde la Revolución Francesa fue teorizado por filósofos idealistas para desarrollar normativas jurídicas y morales que sólo podían concretarse en el futuro, es decir, se bosquejaba el Estado del futuro.

Más tarde, el concepto se separa completamente de la experiencia del presente, adquiriendo un contenido utópico, lo que lo convierte en un “puro concepto de expectativa”. Esta inflexión le permite al autor esbozar un segundo resultado en su argumentación: “todos los conceptos fundamentales no sólo son inalterables (en el sentido de que su formulación lingüística se mantiene inmutable durante largo tiempo), y, por tanto, discutibles y controvertidos, sino que poseen a la vez una estructura temporal interna”. [11]


Entonces, cada concepto fundamental contiene varias capas profundas que se mantienen de significados pasados, al mismo tiempo que aparecen expectativas de futuro con distintos matices. De esa manera, esos conceptos, además del contenido experiencial que trae como carga adquirida en el pasado, suministran un potencial dinámico y de transformación que es generado dentro del lenguaje proyectándolo al futuro.

En ese sentido, los conceptos que contienen el sufijo –ismo son un claro ejemplo de esa capacidad de innovación que presentan algunos conceptos. A principios del siglo XVIII surge el término patriotismo, relacionado con el amor a la patria. Luego aparecen republicanismo, democratismo y liberalismo, socialismo y comunismo, hasta llegar al nacionalismo, fascismo y nacional-socialismo. Todos “estos conceptos de movimiento y acción tienen en común que no poseían, en el momento de su acuñación, un contenido propiamente experiencial”,[12] ellos sólo difunden programas que habrán de ser realizados en las luchas políticas futuras.


A partir de esos ejemplos de conceptos relativos a movimientos políticos contemporáneos Koselleck establece una regla semántica: “a menor contenido experiencial, mayor carga de expectativas”. [13] Reconoce que esta regla de compensación semántica ha nutrido a todo el vocabulario político a partir de la influencia que tuvo la Revolución Francesa en distintos puntos de Occidente. No obstante, el autor introduce una advertencia sobre el potencial de utopismo que puede manifestar esta regla de compensación semántica. Sugiere que no debemos reducir la historia real efectiva solamente a la eficacia de esos conceptos fundamentales. Cree que conviene tener en cuenta la multiplicidad de conceptos y de sociolectos (niveles de lenguaje hablado), del mismo modo en que son realmente usados por los distintos estratos sociales, grupos o partidos políticos. Por ejemplo, las clases bajas, se preocupan por la carga impositiva, la educación y el servicio militar, por lo que tienden a percibir al Estado como un déspota que dirige sus vidas en el presente, no lo ven un Estado orientado hacia el futuro. Desde otro enfoque, el Estado del siglo XX podría ser considerado por los partidos liberales como un tutor omnipresente e intervencionista que todo lo regula o como una entidad que garantiza la justicia social para los partidos populares.

De esa manera, los grupos de hablantes intervienen y movilizan los diferentes “niveles de significado de un concepto fundamental, sin ser capaces por ello de evitar el uso del concepto mismo, que permanece invariable desde el punto de vista léxico”. [14]


También sostiene que si una palabra ya no tiene la relevancia para destacar las experiencias acumuladas en un concepto común, pierde su vigencia como concepto fundamental, por lo que va cayendo paulatinamente en desuso. Fue así como el término nobleza fue reemplazado por Elite, campesino por labrador, obrero por trabajador y Staat por sociedad (Gesellschaft). Los problemas planteados por esos conceptos no están resueltos, sino que han sido reformulados y redefinidos para la nueva realidad social y política. Estos desajustes entre los conceptos y las circunstancias empujan nuevas transformaciones históricas y manifiestan otras orientaciones para los cambios futuros. Con este análisis, el historiador alemán traza otra respuesta para la historia de los conceptos, afirma que “lo que se expresa lingüísticamente es siempre similar a aquello que está o estuvo presente en la historia real. Y lo que la historia contiene es siempre más o menos que lo que puede ser dicho lingüísticamente”. [15] Concluye este análisis afirmando que la cuestión de los conceptos de historia surge forzosamente de la reflexión sobre la historia de los conceptos.

Otro texto de Koselleck, Respuesta a los comentarios sobre el Geschichtkiche Grundbegriffe, surge como respuesta a las críticas y comentarios que había generado la publicación del diccionario Conceptos históricos fundamentales. Diccionario histórico del lenguaje político-social en Alemania, relato que será útil para revisar el tema de los conceptos fundamentales. Para iniciar su respuesta Koselleck cita a Brunner, quien argumentaba “que el mejor método para estudiar cualquier época pasada era reconstruir el lenguaje usado por sus miembros, conceptualizar así sus esquemas y luego traducir estos conceptos pasados a nuestra propias terminología”.[16] Considera en ese análisis diacrónico que las metáforas moldean y fijan la conformación del lenguaje, puesto que ellas se pueden convertir en conceptos, como sucedió con el término alemán Aufkärung, que significaba ilustración o reconocimiento (en su sentido militar), y que a finales del siglo XVIII se convirtió en un concepto vinculado de forma directa con la filosofía, en contraste con sus usos anteriores. En efecto, toda esa etapa se conoció como el siglo de la Ilustración.

Luego responde a las críticas que provienen del campo de la historia de las ideas, recordando que la elaboración del diccionario conllevó un cuestionamiento a la versión de Friedrich Meinecke en su relato de la historia de las ideas. Este autor presentaba oposiciones como conceptos aparejados (ethos y kratos, moralidad y política), que se utilizaban de manera continua y sin cambios durante trescientos años. Koselleck critica esa postura al afirmar que “una historia de las ideas inmutables no puede dar cuenta de las funciones por completo diferentes que una misma idea cumple en períodos distintos: uno de guerras civiles religiosas, uno de absolutismo ilustrado y uno de naciones-estado burguesas”.[17]


Por el contario, la historia de los conceptos analiza el uso del lenguaje específico en situaciones particulares, y considerando cómo los hablantes de cada etapa desarrollan y utilizan los conceptos. Así, entiende que cada acto de habla es único. Por lo cual, con cada lectura de las conceptualizaciones pasadas, las generaciones posteriores pueden alterar los posibles sentidos que van trasmitiendo. El contexto original de los conceptos puede cambiar, al igual que el sentido original. Otras veces, los conceptos ya no tienen vigencia porque los contextos cambian radicalmente y no queda espacio para reformularlo, como ejemplo vale citar el concepto de res publica en Cicerón, que dependía del orden político de Roma en el siglo1.

Respondiendo a algunas preguntas formuladas por el profesor Pocock, Koselleck resalta que “los conceptos políticos y sociales se producen por un extenso proceso semiótico que abarca experiencias múltiples y contradictorias”[18]. Cada concepto fundamental utilizado en el diccionario Geschichtkiche Grundbegriffe (GG) forma parte irremplazable del vocabulario político y social. Las respuestas de Koselleck refieren al período de transición entre la modernidad temprana y la modernidad alemana (1750-1850), conocido como Sattelzeit. Esta periodización fue utilizada para circunscribir la investigación realizada en el diccionario GG y así poder determinar cómo los hablantes alemanes percibieron, conceptualizaron e incorporaron a su vocabulario los cambios acaecidos entre la etapa de la Ilustración, la Revolución Francesa y posteriormente la Revolución Industrial. Indica, además, que “todos los grupos sociales participaron en el gran esfuerzo que fue necesario para rehacer el vocabulario alemán”[19], revolución lingüística que se llevó a cabo en apenas unas décadas y dio inicio a la modernidad alemana.

El artículo “Modernidad”, escrito por Koselleck,  propone revisar cómo se fue desarrollando la idea del concepto Modernidad en la historiografía. Cuando inicia su recorrido sobre la semántica de los conceptos modernos, Koselleck considera, en primer término, que sin acciones lingüísticas no son posibles los acontecimientos históricos, por lo que las experiencias que se adquieren desde ellos no se podrían interpretar sin lenguaje[20]. Así, reflexionará sobre la semántica de los conceptos modernos del movimiento en tres instancias. Primero, se pregunta si el concepto de Modernidad puede ofrecer algo más que una mera división histórica del tiempo en relación con los que lo han precedido. Luego, se interroga por aquellas expresiones que como neologismos implantan en el concepto algo similar al movimiento histórico o a la temporalización de la historia. La tercera opción, situará los conceptos universales del movimiento en la problemática de conceptos concretos pertenecientes al ámbito de la acción social y político, de los que se desprenden algunos criterios semánticos y pragmáticos que caracterizan a la modernidad desde principios del siglo XIX. Esta investigación estuvo orientada al espacio lingüístico y experiencial alemán.[21] Con ello, Koselleck reafirma la importancia que le asigna a la modernidad como tiempo de transición que no ha perdido evidencia epocal desde su descubrimiento.

En el texto “Estructuras de repetición en el lenguaje y en la historia”, Reinhart Koselleck  plantea la hipótesis de que los acontecimientos, conflictos y soluciones en el que están instaladas las personas se desenvuelven en estructuras previas que se repiten, aún sin ser idénticas a ellas.[22] El historiador alemán busca dar cuenta de la tensión ineludible que se produce entre la innovación y la repetibilidad como una función espiralada constante en la experiencia humana que permite la concreción del cambio histórico. Comienza el texto citando una observación  de Nestroy sobre el amor, que inspirado por el instinto, se repite constante y permanentemente en cada historia particular, más allá de las etnias o culturas en las que se realizan. Así, cada nuevo comienzo y sus tensiones fuerzan a una repetición. Koselleck toma esa reflexión para destacar que si todo se repitiera siempre del mismo modo, no existirían los cambios ni en el amor ni en la política. Por el contrario, si todo fuera una innovación permanente, la humanidad no tendría puntos de referencia para poder orientarse. Con la necesidad lógica de estas dos proposiciones, el autor nos indica que ni la categoría de la duración, que se visualiza en la repetición de lo similar, ni la categoría de los hechos únicos, que aparecen de manera diacrónica, son aceptables para describir e interpretar la historia humana. Propone la ayuda de la antropología histórica para analizar las proporciones que aparecen entre la repetición permanente y la innovación constante, puesto que al combinarse de distintas maneras producen retrasos y aceleraciones.

Una aceleración aparece cuando existen cada vez menos repeticiones y, a la vez, surgen más innovaciones que desplazan a las estructuras previas. Por otra parte, los retrasos ocurren cuando las repeticiones heredadas se consolidan de manera que todo cambio es bloqueado o interrumpido. Este experimento mental que propone Koselleck tiene como objetivo poder identificar teóricamente todos los acontecimientos particulares para pensar las historias posibles y clasificarlos con la ayuda de esas categorías y, con ello, comprender que sin las estructuras de repetición no habría acontecimientos que pudieran encontrarse en los presupuestos de más larga duración. Así, las modificaciones fácticas se mantienen vinculadas en el juego variable en el que se intercalan repetición y singularidad.[23]


Luego propone avanzar hacia las estructuras lingüísticas de repetición, en las que considera se generan y reconocen todas las repeticiones. Incluye en el análisis la distinción entre sintaxis, pragmática y semántica, en donde cada uno tiene su propia velocidad de transformación. La sintaxis y la pragmática permanecen estables por largo tiempo, la semántica, contrariamente, se ve obligada a adaptarse rápidamente a los cambios a causa de los desafíos externos, por la influencia de la política y las acciones militares. [24]


Propone como ejemplo lo que sucedió con el término “Bund” (alianza), propio del lenguaje jurídico hasta que Lutero le dio un significado teológico, por lo que Bund pierde su rasgo político. Con este ejemplo demuestra que el empuje semántico de origen teológico impulsado por Lutero cortó con siglos de antigüedad en su significado, al precio de la repetición tomando una nueva vía. Como conclusión, lo sucedido con el término Bund enseña que ninguna innovación, sea del lenguaje o de las cosas, puede ser tan revolucionaria como para no seguir atada a estructuras de repetición previamente adquiridas.[25]

En el artículo escrito por la investigadora del CONICET, Ariana Reano, se indaga en las diferencias que aparecen entre la historia de las ideas y la historia conceptual. La autora afirma que el aporte de la historia conceptual se afirma en la necesidad de comprender el carácter plenamente histórico de las formaciones discursivas y tomar distancia de la tendencia normativista que impone la historia de las ideas.[26] Considera, además, que según Koselleck, todo concepto es plurívoco, pues articula redes semánticas plurales. Para el autor alemán, una palabra se transforma en un concepto si la totalidad de un contexto de experiencia y del significado sociopolítico en el que se utiliza esa palabra forma constitutivamente y globalmente a ese único término. Así, Reano afirma que los conceptos son concentrados de muchos contenidos significativos, puesto que una palabra puede contener diversas posibilidades de significado, por ello, Koselleck sostiene que “un concepto unifica en sí la totalidad del significado”[27].

Ariana Reano resalta que el mayor hallazgo de la historia conceptual se manifiesta en la visión que aporta el análisis diacrónico, que permite liberar a los conceptos de su contexto situacional y abordarlo a través del tiempo para descubrir cómo se transforman. Este enfoque difiere del abordaje sincrónico, que se detiene en un contexto preciso, tal como lo elabora Skinner. El proyecto del principal referente de la Escuela de Cambridge es el de plantear un análisis de los lenguajes políticos que permita superar el contenido mismo del texto, su nivel semántico y sumar la dimensión pragmática, es decir, analizar el modo en que una palabra es utilizada en un contexto puntual. Ello implica observar las condiciones de enunciación (quién habla, a quién,  cómo, dónde) como parte integral del sentido del texto. Skinner al tener en cuenta el contexto se refiere más concretamente al contexto intelectual, que se nutre de debates, lecturas y críticas sobres esas lecturas.[28]

Por otra parte, el profesor Froilán Ramos Rodríguez, en su artículo “Huella de Hans Georg Gadamer en Reinhart Koselleck, Aportes a la historia conceptual”, analiza la influencia de las ideas de Gadamer sobre la historia conceptual de Reinhart Koselleck, indagando en los aportes del uso de la hermenéutica en el desarrollo del pensamiento del historiador alemán. En el texto plantea varios interrogantes, se pregunta cómo ambos autores entendieron la temporalidad y el lenguaje, y qué ideas toma de Gadamer para construir su historia de los conceptos. Algunas respuestas pueden encontrarse en el texto de Koselleck, “Histórica y hermenéutica”[29], en donde el autor alemán dialoga con Gadamer y retoma algunas ideas de Heidegger para aceptar el presupuesto que indica que el lenguaje es la vía privilegiada para acceder al ser, esto es, a lo que es, a la realidad, y que el hombre accede al ser a través del lenguaje, o en la mirada gadameriana, donde el ser se manifiesta en el lenguaje. Para Koselleck, entonces, el hombre se permite acceder a la historia a través del lenguaje, teniendo en la hermenéutica la doctrina de la inserción existencial de la denominación de la historia transmitida lingüísticamente.[30]

Para Koselleck toda historia es un campo diverso que se presenta en su articulación lingüística, por eso dirá que “sólo si se considera en el horizonte de su génesis lingüística es posible comprender hermenéuticamente cómo se ha llegado a esta o a aquella otra  Histórica[31]. Koselleck, entonces, le da una prioridad teórica y metodológica a la reflexión lingüística, en donde lenguaje e historia aparecen unidos en una permanente tensión. Considera que la lingüística indica que cada palabra y frase, al pronunciarse, son únicas e irrepetibles, en función de que permanecen ligadas en el mismo acto lingüístico dentro de un contexto semántico general y estable, en un tejido amplio que involucra a la sintaxis y la gramática.

Froilán Ramos Rodríguez señala que en las premisas expuestas por Koselleck en su historia conceptual aparecen algunos elementos que conectan, directa o indirectamente, con Gadamer, como lo son “la atención a la hermenéutica, la preocupación por el lenguaje y la temporalidad”[32]. Indica que para Koselleck la interpretación crítica de los textos conlleva el entender que los conceptos cambian con el tiempo. Esta idea la vincula con lo que expone Gadamer en su formulación de la renovación hermenéutica y “la concepción que lenguaje y temporalidad experimentan variaciones en su recorrido temporal, es decir, los rasgos de las sociedades humanas y su pensamiento se transforman, alteran, mutan, divergen en el tiempo”33]. El profesor Ramos Rodríguez resalta que, para el historiador germano, experiencia, lenguaje y realidad están continuamente relacionados, porque todos permanecen articulados a través de significados conceptuales. Y que se trata de “cosmovisiones del mundo, exterior e interior, de una época o tiempo determinado, al cual sólo es posible acercarse hermenéutica e históricamente”[34].

Conclusión

En los años setenta del siglo XX la historiografía occidental encuentra entonces una propuesta innovadora de la mano de estos dos pensadores alemanes, Gadamer desde la filosofía y el historiador Reinhart Koselleck, quien elabora las bases de la historia conceptual, cuya línea de investigación atrajo la atención de algunos estudiosos europeos y latinoamericanos, como es el caso de Elías Palti.

En el prólogo del libro El concepto de Estado y otros ensayos, Palti considera que “la historia conceptual resultó así iluminadora del conjunto de cambios sociales, políticos e ideológicos” que ocurrieron en la Modernidad y que “marcaron un quiebre histórico irreversible e hicieron que el sentido de las ideas y las instituciones precedentes ya no nos resultasen comprensibles sin un trabajo previo de exégesis”.[35] Palti revela que los ensayos de Koselleck enriquecieron la investigación histórica y el análisis teórico, posibilitando la incorporación de perspectivas innovadoras que faciliten nuevos enfoques sobre aspectos vitales de los procesos históricos que antes eran vistos a través de la lupa de los relatos tradicionales, los cuales no consideraban la dimensión conceptual que formaba parte de dichos períodos. Palti habla del quiebre que se produjo en el siglo XX en los modos de concebir la historia a partir de las premisas presentadas por Koselleck. Sostiene que “toda la teoría koselleckiana participa, de hecho, de esta gran  transformación que supuso la dislocación de las visiones evolucionista-teleológicas de la historia surgidas en el siglo XIX”[36]. Koselleck se propone el gran desafío de recuperar para los estudios históricos su status de cientificidad en el desarrollo de una teoría de la historia (Historik). Su obra propuso una investigación monumental que se inscribe con un sello que interpela a la profesión histórica. Para Palti, resulta hoy imposible acercarse al “universo de las  significaciones sociales sin referirse a ella”.[37]

No obstante, la obra de Koselleck ha sufrido algunas críticas, como la mencionada anteriormente por el profesor Pocock y también Elías Palti piensa que no puede considerarse una teoría histórico-conceptual sistemática, aunque sí cree que el aporte de Koselleck plantea una serie de interrogantes que marcan el punto de partida para el análisis y la reflexión en el área de la historia intelectual.

También el profesor Froilán Ramos Rodríguez presenta varios autores que hacen una crítica a la obra koselleckiana, y cita al pensador español Conrad Vilanou, quien refiere la opinión de Jürgen Habermas[38] cuando afirma que la historia conceptual es una tendencia neoconservadora de la vieja historia de las ideas. Además, en su juicio reprueba el carácter exclusivamente germánico de la historia conceptual, pues lo considera una explicación basada en la cultura alemana. Lo que no considera Habermas es que Koselleck se formó con los maestros alemanes Martín Heidegger, Gadamer, Carl Schmitt y Werner Conze, lo que le permitía acercarse más fácilmente a la historia e ideas de su país.

Palti recuerda que “en la medida en que todo uso nuevo debe apoyarse en usos anteriores, los conceptos conforman entramados semánticos que se despliegan de forma diacrónica”[39], lo que permite articular entre sí de forma significativa las distintas experiencias históricas que aparecen en una época o país.

Por último, es necesario destacar que el diccionario Geschichtkiche Grundbegriffe sigue siendo hoy un texto de referencia clave para los historiadores. En este manifiesto publicado en 1967 Koselleck sentó las bases fundamentales para la concreción de dicha investigación. Tal vez, lo que define esa obra son las preguntas que formula para encarar el proyecto, interrogantes que pueden extrapolarse a otras regiones o épocas:

“¿Hasta qué punto era común el uso del término? ¿Su sentido era objeto de disputa? ¿Cuál era el espectro social de su uso? ¿En qué contextos aparece? ¿Con qué otros términos aparecen ligados, ya sea como su complemento o su opuesto? ¿Quién usa el término, para qué propósitos, a quién se dirige? ¿Por cuánto tiempo estuvo en uso? ¿Cuál es el valor del término dentro de la estructura del lenguaje político y social de la época? ¿Con qué otros términos se superponen? ¿Converge con el tiempo con otros términos”[40].

El objeto de esas preguntas apuntaba a prevenir los anacronismos que provenían de la vieja tradición neokantiana de la historia de las ideas, al tiempo que resultaba una indagación que traía luz sobre los cambios sociales, políticos e ideológicos a lo largo del tiempo. Con ello, Koselleck demarcó el terreno para concebir los conceptos fundamentales, que serían los que abren los caminos para instalar la pluralidad de discursos que se presentan en su diversidad en una época determinada. Esos conceptos, según Palti[41], establecen los modos de interacción entre esa pluralidad de ideologías o discursos, puesto que los conceptos fundamentales articulan las condiciones en la que los discursos son posibles.


Notas

[1] Koselleck, Reinhart, “Historia de los conceptos y conceptos de historia”, Ayer, 53, 2004, p. 28.

2 Ibid.

3 Ibid, p.29.

4 Ibid, p.30.

5 Ibid, p.31.

6 Ibid, p.33.

7 Ibid, p.34.

8Ibid, p. 35.

9Ibid, p. 36.

10 Ibid.

11Ibid, p. 37

12 Ibid, p.38.

13 Ibid.

14Ibid, p.39.

15 Ibid, p.40.

16 Koselleck, Reinhart, “Respuesta a los comentarios sobre el Geschichtkiche Grundbegriffe”, en El concepto de Estado y otros ensayos. Reinhart Koselleck; compilación de Elías Palti, Claudio Ingerflom. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2021.p.80.

17 Ibid, p.82.

18 Ibid, p.85.

19 Ibid, p.92.

20Koselleck, Reinhart, “Modernidad”, en Futuro pasado, Barcelona, Paidós, 1993, p.287.

21Ibid, p.289.

22 Koselleck, Reinhart, “Estructuras de repetición en el lenguaje y en la historia”, revista de estudios Políticos Núm.134, Universidad de Bielefeld, 2006, p.20.

23 Ibid, p. 23.

24 Ibid, p. 32.

25 Ibid, p. 34.

26 Reano, Ariana. “Reflexiones en torno a una teoría política de los lenguajes políticos”. Revista de Filosofía y Teoría Política, No. 44, Universidad nacional de La Plata, 2013, p.6.

27Koselleck, R., “Historia Conceptual e Historia Social”, en: Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, p.117.

28 Reano, Ariana. “Reflexiones en torno a una teoría política de los lenguajes políticos”. Revista de Filosofía y Teoría Política, No. 44, Universidad nacional de La Plata, 2013, p.5.

29Koselleck, Reinhart, “Histórica y hermenéutica” en Koselleck, Reinhart y Gadamer, Hans-Georg, Historia y hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 67-94.

30 Ibid, p. 86

31 Ibid, p.88.

31 Ramos Rodríguez, Froilán, “Huella de Hans –Georg Gadamer en Reinhart Koselleck, Aportes a la historia conceptual”, Revista Historelo, Vol. 10, No. 19, 2018, p. 249.

32 Ibid.

33  Ibid.

34 Ibid, p.251.

35 Palti, Elías “Prólogo” en El concepto de Estado y otros ensayos. Reinhart Koselleck; compilación de Elías Palti, Claudio Ingerflom. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2021, p.11.

36 Palti, Elías “Introducción” en El concepto de Estado y otros ensayos. Reinhart Koselleck; compilación de Elías Palti, Claudio Ingerflom. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2021, p.19.

37 Ibid, p.32.

38 Ramos Rodríguez, Froilán, “Huella de Hans –Georg Gadamer en Reinhart Koselleck, Aportes a la historia conceptual”, Revista Historelo, Vol. 10, No. 19, 2018, p.258.

39 Palti, Elías “Introducción” en El concepto de Estado y otros ensayos. Reinhart Koselleck; compilación de Elías Palti, Claudio Ingerflom. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2021, p.28.

40 Reinhart Koselleck, “Richtlinien für das Lexikon politisch-sozialer Begriffe der Neuzeit”, en Archiv für Begriffsgeschichte, vol. 11, 1967, pp. 81-99; cit. en Keith Tribe, “Translator’s Introduction”, en Reinhart Koselleck, Futures Past. On the Semantics of Historical Time, Cambridge (ma), mit Press, 1985, p. xii [trad. esp.: Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993].

41 Palti, Elías “Introducción” en El concepto de Estado y otros ensayos. Reinhart Koselleck; compilación de Elías Palti, Claudio Ingerflom. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2021, p.29.

Bibliografía

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Ramos Rodríguez, Froilán, “Huella de Hans –Georg Gadamer en Reinhart Koselleck, Aportes a la historia conceptual”, Revista Historelo, Vol. 10, No. 19, 2018.

Reano, Ariana. “Reflexiones en torno a una teoría política de los lenguajes políticos”. Revista de Filosofía y Teoría Política, No. 44, 2013, Universidad Nacional de La Plata.

*Analista político

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