Filosofía política

La democracia elitista y la desigualdad social: el declive de las élites en Estados Unidos

Por Walter Calabrese*

Introducción

Los teóricos de la élite formularon sus propuestas en torno al ámbito democrático, aunque sus orientaciones diferían: Schumpeter crítica la democracia clásica, Pareto, Mosca y Michels cuestionan la democracia representativa, Wright Mills aborda el análisis de un país concreto como Estados Unidos, mientras que Giovanni Sartori hablará de minorías de control que tienen un poder de dominio sobre un universo de potenciales controlados, exaltando, además, el enfoque meritocrático de Pareto y poniendo a Schumpeter como el padre de la teoría competitiva de la democracia.

Por otra parte, David Held, cuestionará el elitismo competitivo de Schumpeter y su visión tecnocrática. También será crítico de Schumpeter al señalar que exagera “el grado en que la voluntad popular está manufacturada”, en referencia a la manipulación del electorado por la publicidad y las maquinarias propagandísticas en las campañas.

También Roberto Gargarella realiza un diagnóstico de nuestras democracias elitistas, en donde considera que el voto ya no alcanza como mecanismo de control del poder.

Partiendo de este ceñido marco teórico, la propuesta de este análisis se orienta hacia un caso concreto de democracia elitista: el que rige en los Estados Unidos.

El ascenso de Donald Trump al gobierno generó una catarata de planteos en torno a la democracia estadounidense. Yanina Welp pondrá el foco en la centralidad de la tolerancia y la contención intraelite para sostener la democracia, analizando sus limitaciones y su incidencia en el declive de la democracia en EEUU y otros países.

El objetivo del trabajo está enfocado en dar cuenta de las desigualdades sociales que han generado las democracias elitistas. El caso de Estados Unidos es una referencia paradigmática, pues permite visualizar como la mirada etnocéntrica elitista permanece en la estructura institucional de este país.

La democracia en penumbras

Para entender la lógica de los que mandan es preciso recurrir a algunas conceptualizaciones de los autores que bucearon por esas aguas. La primera mirada elitista aparece con Gaetano Mosca, quien desarrolló una teoría moderna de las élites, en donde entendía a la historia como “la historia de las minorías dominantes” (Meisel, 1975, 21). Para Mosca, es en ese escenario donde surgen y desaparecen esas minorías, por ello señala que deben existir jerarquías en la organización social. Así, Estado y sociedad son complementarios y en ella hay “una minoría que gobierna y una mayoría que es gobernada por la minoría gobernante” (Meisel, 1975, 135).

Pareto luego dirá que el concepto de élite designa a los mejores, “quienes, por cualquier razón se destacan y se sitúan por encima de los demás” (Meisel, 1975,8). Mercedes Carrera afirma que en La transformación de la democracia Pareto anuncia “la llegada de nuevos tiempos, en los que, sobre las ruinas de la democracia, se alzará la nueva estructura alimentada por la nueva fe. La nueva situación ofrecerá una nueva filosofía: antidemocrática, antiprogresista…” (1) El concepto parece un relato profético del ascenso de Trump y de las nuevas derechas. Pareto sostenía que el dominio de una élite era inevitable y que por ello era necesario alcanzar la mejor de las élites posibles: “la antigua aristocracia liberal”.

Robert Michels también mantiene una valoración escéptica de la democracia, similar a Pareto, al ubicarla como un simple método político, limitada a un acto donde las élites compiten para ocupar los cargos más altos del Estado, derivando en una “tecnificación de la democracia”. (2) También se destaca el aporte de Joseph Schumpeter, quien desaconsejaba estudiar el capitalismo en términos de equilibrio. Sugería que el sistema capitalista se mantenía a flote gracias a “los desequilibrios, a las crisis cíclicas y a las concentraciones de monopolios”. (3) Schumpeter concebía al ciudadano común de las democracias modernas como un ser sin entendimiento para actuar en el mundo de la política, sostenía que era “incapaz de acción, excepto la estampida, que apenas se aleja de sus preocupaciones privadas y penetra en el campo de la política desciende a un nivel inferior de prestación mental…” (Schumpeter, 2015) Con ello, esboza su concepto de competencia por la dirección política, en donde el principio democrático queda resumido a que el liderazgo del Gobierno debe quedar en manos de los individuos mejor preparados. Para Schumpeter democracia no significa gobierno efectivo del pueblo, sino la posibilidad de que las élites puedan competir para alcanzar el poder político.

David Held será muy crítico de Schumpeter, al remarcar que su elitismo competitivo “está tan sólo a un paso de esa visión tecnocrática –una visión que es tanto antiliberal como antidemocrática-” (Held, 1997)

El sociólogo Wright Mills creía que el estudio de las élites adquiría importancia por su centralidad en la comprensión de la estructura social que habitamos, pues podía limitar a los hombres a embarcarse en proyectos que no son suyos y que eran impuestos por la minoría. Según Sartori, Wright Mills sostenía que “los EEUU estaba dominado por una élite de poder: la estrecha alianza militar-industrial entre las grandes fortunas, los dirigentes de las grandes corporaciones, jefes militares y un pequeño grupo de políticos clave”. (Sartori, 1992) Su acusación iba dirigida nada menos que al país que era presentado como ejemplo de pluralismo y poliarquía. Wright Mills se diferencia de los autores citados anteriormente, pues lleva a cabo un estudio más detallado y concreto de las clases altas en EEUU. En su investigación, analiza el rol de los individuos dentro de las instituciones, en donde cumple un conjunto de roles y ve, al mismo tiempo, a la estructura social como un conjunto de instituciones. Consideraba que gracias a las instituciones una minoría puede marcar la agenda e imponer sus proyectos al hombre común, afirmaba que “nadie puede ser verdaderamente poderoso sino tiene acceso al mando de las grandes instituciones”. (Wright Mills, 1987, 15) De esta manera, clasificará a las instituciones de acuerdo a las funciones que cumplen: los órdenes y las esferas. “Hay cinco órdenes (el político, el económico, el militar, el parental y el religioso) y cuatro esferas (la tecnológica, la simbólica, la de status y la educativa)” (4) Según Luis Blacha, en este análisis importan particularmente tres órdenes: “el político, donde se encuentran las instituciones mediante las cuales los hombres adquieren, manejan e influyen en la distribución de poder y autoridad dentro de las estructuras sociales”; el económico con las instituciones mediante las cuales los hombres organizan la mano de obra, los recursos y los medios técnicos en orden a la producción y distribución de los bienes y servicios; y el militar con sus instituciones mediante las cuales los hombres organizan la violencia legítima y supervisan su uso. (Agulla, 1987,470) Blacha afirma que cuando esos órdenes se centralizan y amplían, se racionalizan, de modo que aumentan las consecuencias de sus actividades y su relación mutua, porque esas acciones tomadas en un ámbito influyen en los otros. Para Wright Mills, esos espacios de poder son “la fuente del directorio entrelazado que tanta importancia tiene para la estructura histórica del presente”. (Wright Mills, 1987, 15)

En definitiva, la élite de poder en EEUU está formada por quienes toman las decisiones importantes en los temas nacionales, son los que manejan “las grandes empresas, gobiernan la maquinaria del Estado y exigen sus prerrogativas, dirigen la organización militar, ocupan los puestos de mando de la estructura en los cuales están centrados ahora los medios efectivos del poder y la riqueza y la celebridad de que gozan”. (Wright Mills, 1987) Uno de los temas clave que analiza este sociólogo crítico es el de la cooperación al interior de la élite, que está fundada por la educación que reciben en las escuelas a las que asisten desde niños, donde son “seleccionados y preparados para sus funciones futuras”. (5) De este modo, “la escuela –y no la familia de clase alta- es el agente más importante para transmitir las tradiciones de las altas clases sociales y para regular la admisión de riqueza y talentos nuevos”. (Wright Mills, 1987) La escuela será entonces el elemento unificador que permite la formación paulatina de esa élite del poder en todo el territorio norteamericano. Este tema tiene un punto de contacto similar con lo que ocurre en Chile, donde el costo de la educación universitaria es para quienes tienen un alto poder adquisitivo. En este país, las élites mantuvieron una grave desconexión con su sociedad, algo que quedó fuertemente evidenciado en los estallidos sociales y en la petición desesperada por una nueva constitución.

Cuando Yanina Welp habla del declive de la democracia en los EEUU, primero analiza el deslucido desempeño institucional, al considerar que se “ignora o minimiza el problema de la provisión de bienestar y la cuestión de la protección efectiva de los derechos humanos”. (6) En segundo término, observa “una visión profundamente elitista de la democracia (…) y de la tolerancia y la contención en manos de las élites (la ciudadanía queda como invitada de piedra)”. En tercer lugar, reconoce “una mirada etnocéntrica del andamiaje institucional estadounidense”. La autora sostiene que la llegada de Trump al escenario político es resultado de una “incapacidad de las élites y del sistema para incluir las demandas de la población y demostrar que la política puede cambiar cosas”. (7) En este sentido, asegura que “la desigualdad estructural que afecta al sistema estadounidense y el racismo creciente (como chivo expiatorio) están en la base del crecimiento” que llevo a Trump al poder. Los dos partidos renunciaron a establecer políticas públicas orientadas al bienestar de la ciudadanía, al tiempo que permanecían en su zona de confort manteniendo posiciones de poder. Pero un día tuvieron que advertir que el mundo había cambiado, y que su estructura social se iba modificando sustancialmente. Estos datos tienen mayor incidencia en un electorado republicano mayoritariamente blanco y evangélico, que ve cómo las estadísticas pintan una nueva geografía social: en 1950, la población no blanca apenas alcanzaba el 10%, en 2014, llegaba al 38% y las estimaciones son contundentes, para 2044 los blancos serían minoría. Otro dato clave es que el 76% de los evangélicos votan al partido republicano.

La controversia que se desprende de esas lecturas es que hay una enorme responsabilidad de las élites en la construcción de imaginarios basados en el color de piel y la religión, accionando y construyendo sus discursos sobre los cimientos del “racismo, el machismo y el clasismo”. Yanina Welp afirma que “la idealizada tolerancia y contención mutuas funcionaron entre varones blancos de la misma clase social, y ahora se ha acabado”. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, escribieron el libro Cómo mueren las democracias, en donde analizan el ascenso de Trump para describir cómo la democracia estadounidense se volvió más frágil de lo que parecía. Consideran que la democracia elitista está fuertemente enraizada en la organización institucional norteamericana. Para Levitsky y Ziblatt las democracias mueren cuando no son efectivas, cuando excluyen y cuando sus élites no son capaces de mirarlas críticamente y actuar para reformarlas. Welp, a su vez, considera que esa visión elitista de la democracia no se sostiene, ni en la teoría ni en la práctica. “La apuesta a dejarlo todo en manos de las élites o de los expertos intenta ocultar que el capital humano se distribuye según el nivel de acceso a bienes y, por tanto, expresa las desigualdades existentes. No es moralmente justificable, mientras la evidencia empírica señala que los gobiernos de élites tampoco son más eficientes”. (8)

Por otra parte, Gargarella habla de los pactos que van “a orientarse a asegurar beneficios básicamente reservados para la élite de gobierno (…) como resultado del autointerés que el sistema incentiva y los controles externos que omite establecer”. (9) Esos pactos consolidan a las élites en el poder, y “quedan situadas a distancia significativa del electorado y con capacidad para actuar en su propio beneficio”, resume Gargarella.

La actualidad política de EEUU es abordada por Patrick Iber, quien hace un análisis sobre las reacciones del partido de  Trump en su derrota ante Biden. Aclara que:

“durante años los republicanos han intentado retener el poder con una minoría de votos apoyándose en las características contramayoritarias del sistema político estadounidense. Si esa estrategia comienza a fallar (…) el núcleo duro del trumpismo será, como mínimo, el de la democracia de Herrenvolk: la idea de que solo el grupo étnico mayoritario puede ostentar legítimamente el poder político. Ese punto de vista tiene una larga tradición en Estados Unidos y no se abandonará fácilmente”. (10)

En un artículo publicado por Timothy Kuhner, (11) se describe como la política sigue estando subordinada al capital, dibujando democracias deficitarias que han quedado secuestradas por el poder de las grandes corporaciones y las élites que los representan. En ese contexto, los niveles de desigualdad son inevitables, puesto que son “fruto de ideologías y decisiones políticas”. Piketty, en su libro Capital e ideología afirma categóricamente que “la desigualdad no es económica ni tecnológica; es ideológica y política”. (Piketty, 2019)

Conclusiones 

Luego de revisar el marco teórico que alimenta la teoría de la democracia elitista y comparar sus enfoques con la realidad política de los EEUU en la actualidad, queda evidenciado que la mirada etnocéntrica elitista permanece en la estructura institucional del país. Las consecuencias de ese diálogo inconexo con distintos sectores de la ciudadanía en la lucha por mantener privilegios de la clase dirigente y corporativa se manifiestan en las desigualdades en el acceso al empleo por cuestiones étnicas, la exageración esgrimida en los discursos de campaña agitando el fantasma de la inmigración como destructora de empleos, la xenofobia, el desprecio por el cuidado medioambiental. Desigualdades que emergen tras las fachadas del despotismo elitista, que se refuerzan por prácticas que tolera la democracia norteamericana, como la financiación de partidos políticos y campañas mediante donaciones privadas, con una ausencia llamativa de normas éticas que la regulen, el manejo de la información distorsionada por medios de comunicación funcionales y serviles a un partido o candidato, el poder de los conglomerados corporativos, como también la industria de la desinformación que se alimenta con bots, call center de trolls, hackers y toda clase de prestidigitadores de las fake news. Todo resta y contribuye a la desigualdad política y económica. Ese pobre resultado es consecuencia directa de haber permanecido como simples espectadores ante el partido que juegan los grupos o élites que luchan y pactan entre ellos. El marcador de esas contiendas es siempre el mismo: se define la distribución de privilegios entre las élites y se debilita la democracia. El gran fracaso es no haber intentado otros caminos para mejorar la calidad democrática y deshacerse de privilegios etnocentristas que solo fatigan a la comunidad con su segregación.

Bibliografía

Held, D., Models of Democracy. Second Edition, Stanford, Stanford University Press, 1996 [Modelos de democracia, Madrid, Alianza, 1997], cap. 5.

Schumpeter, J, Capitalism, Socialism and Democracy, New York, Harper & Brothers, 1950 [Capitalismo, Socialismo y Democracia, México, Aguilar, 1963], caps. 21 y 22.

Sartori, Giovanni, ¿Qué es la democracia?, México, Alianza, 1992.

Rovira Kaltwasser, C., Atria, J. (2021) “Las elites chilenas y su desconexión con la sociedad”, Nueva sociedad N° 295.

Michael J. Sandel, La tiranía del mérito, Debate, Barcelona, 2020.

Schumpeter, J., Capitalismo, socialismo y democracia, Página Indómita, Barcelona, 2015.

Agulla, Juan Carlos, Teoría sociológica. Sistematización histórica, Buenos Aires, Ediciones Depalma. 1987.

Aron, Raymond, Las etapas del pensamiento sociológico, Buenos Aires, Ediciones Fausto, t II, 1996.

Meisel, James H., El mito de la clase gobernante. Gaetano Mosca y la élite, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1975.

Mosca, Gaetano, La clase política, México, FCE, 2002.

Wright Mills, Carl, La élite del poder, México, FCE, 1987.

Levitsky, Steven,  Ziblatt, Daniel, Cómo mueren las democracias, Editorial Ariel, 2019.

Piketty, Thomas, Capital e Ideología, Ediciones Paidós, 2019.

Notas

1. Carrera, Mercedes, (2007)“Elitismo y democracia: de Pareto a Schumpeter”, Revista de Estudios Políticos N°73.

2. Ibíd.

3. Ibíd.

4. Blacha, Luis. “¿Élite o clase política? Algunas precisiones terminológicas”, Revista Theomai, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

5. Ibíd.

6. Welp, Yanina, (2020) “La democracia y el declive de las elites”, Nueva sociedad N° 290.

7. Ibíd.

8. Ibíd.

9. Gargarella, Roberto, (2020) “Nuestra democracia elitista”, Perfil.

10.  Iber, Patrick (2021) “¿Estados Unidos esto no es lo que somos?, Nueva Sociedad.

11. Kuhner, Timothy (2020) “La Carta de la Oligarquía Capitalismo y democracia”, Nueva Sociedad N°290

*Analista Político / Maestrando en Filosofía Política

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